Salvar al mundo (receta)
de Gonzalo Roncedo, el viernes, 8 de febrero de 2013 a la(s) 10:30 ·
1. Agarrar al mundo de las patas.
2. Darlo vuelta.
3 Hacerle entender -al mundo-, que no es bueno hacer algo útil, si esa utilidad sólo sirve de orgullo y no de ayuda al prójimo humano. O, mejor aún, hacerle entender que no se trata de capitalismos ni comunismos sino de no ser un maldito humano asesino, que seguirá asesinando a la especie continuando ese sendero.
4. Perder el miedo a la alegoría, porque si las ideas no tuvieran vida y no fueran más humanas que los humanos, ¿para qué existió Platón? ¿Para qué Schopenhauer? ¿Para qué Borges y Cortázar?
5. Como el mundo es la mejor alegoría viviente de la vida (el mundo, como toda masa gaseosa tiene vida), entonces reír y contagiarle risa al mundo.
6. Nunca esperar que el prójimo se contagie, porque verdaderamente la gente, sobre todo la ensimismada en sus tradiciones sociales, apesta. En todo caso, cambiar las tradiciones sociales y hacerle ver a la gente cuánto más lindo que el dinero, la fama, el poder, la belleza de televisión o la lujuria, son el darse las manos, cantar en las verdes hojas de hierba o de un árbol, saltar la cuerda, tener la mejor inocencia de un niño.
6 bis. Si se está en contra, no joder al menos, saber que la contrariedad es o un invento del diablo o un accidente cardiovascular en potencia que, por iracundo, genera cáncer.
7. Saber que, sin nada más, uno ha salvado el mundo -su pequeño y gólem mundo, al menos- y no criticar, y no afligirse y no salir a la calle a criticar a los políticos si uno mismo no tiene otra política de cambio.
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